Adivina el Cuento: Fragmento II

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En medio de la plaza se había levantado el cadalso, un escenario de madera con lugar preferencial para el obispo inquisidor, el alcalde y media docena de personalidades relevantes. Varias antorchas iluminaban el estrado, donde se exhibían, para regocijo del público, las herramientas de tortura que arrancarían la verdad al hereje. Cuando el alguacil subió al músico hasta la tribuna, elevándose éste a la vista de todos los congregados, los abucheos y los gritos amenazantes se tornaron ensordecedores. Hasta tres toques de clarín fueron necesarios para silenciar a la multitud exaltada. El alguacil procedió entonces a liberarle de la falsa flauta, y a continuación, fue el propio alcalde, de una forma pomposa, quien se puso en pie y tomó la palabra.
—¡Queridos vecinos! —gritó, alzando los brazos—. ¡El maldito forastero que tanto daño ha causado a nuestro pueblo ha sido capturado!

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Podría ser: "El flautista de Hamelín"

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